Mazatlán vivió una de esas noches que quedan tatuadas en la memoria colectiva. El Teatro Ángela Peralta recibió a Diego “El Cigala”, un artista cuya voz parece nacida para doler, sanar y estremecer al mismo tiempo.
Traje rojo, bufanda vibrante, cabello recogido, sonrisa amplia. Y así, tal como lo prometía, apareció sobre el escenario… con un poderoso “¡Viva México!” que estremeció al público antes de que iniciara su canto. Y cuando comenzó, lo hizo con una caricia hecha canción: “Si te contara”, dando paso a una avalancha de emociones.
El Cigala, con ese magnetismo que lo caracteriza, hiló su repertorio entre sonoridades latinas, flamencas y bolerísticas. Al interpretar “Amar y vivir”, miró hacia el público con complicidad y expresó:
“Mazatlán es una tierra hermosa.”
Las butacas estallaron en aplausos.
Más adelante alzó su copa, regaló una sonrisa luminosa y volvió a exclamar con orgullo: “¡Viva México!”. El público no tardó en contestar con la misma fuerza: “¡Viva!”, generando uno de los momentos más cálidos y entrañables de la velada.
Sus músicos brillaron con alma propia
Cuando llegó “Lágrimas negras”, el teatro se transformó en un santuario sonoro. Los músicos que acompañan a El Cigala —maestros en sus instrumentos— se lucieron con solos llenos de virtuosismo, mostrando que esta gira es también un homenaje al talento que lo acompaña.
Las luces cálidas del teatro y el rostro emocionado del público crearon un ambiente casi cinematográfico.
Si te contara, Amar y vivir, Compromiso, Historia de un amor, Lágrimas negras, Ay cariño, Desahogo, Piensa en mí, Voy, Espérame en el cielo, El día que me quieras, 20 años, Se te olvidó, Adoro, Corazón loco, Simples cosas, Garganta con arena, Dos gardenias, La bien pagá fueron los temas interpretados.
Cada una de estas piezas fue recibida con ovaciones y más de un suspiro. Hubo quien lloró discretamente, quien cantó, y quien simplemente se dejó envolver por esa voz rasgada y eterna.
La presentación —parte del Festival Cultural Mazatlán 2025— reafirmó por qué Diego El Cigala es una leyenda viva que convierte cada escenario en una confesión, cada canción en un abrazo, cada nota en un puente entre naciones.
Al final, el público del Teatro Ángela Peralta se puso de pie, agradeciendo con aplausos prolongados una noche que celebró la música, la emoción y el alma.
Mazatlán no solo fue testigo; fue cómplice de un canto que nació desde lo más profundo del corazón gitano y latinoamericano de El Cigala.




