El Museo Casa del Marino se convirtió la mañana de este viernes en un puerto de historias vivas, migrantes, juguetonas, que se trepan al viento y atraviesan territorios. Así late el Séptimo Festival Cuenta Historias “Güilo Mentiras”, gestionado por el colectivo MAZHISTORIAS, quienes han mantenido encendida la llama de la narración oral en Mazatlán y el sur de Sinaloa.
Niñas y niños de la Escuela Sixto Osuna de Villa Unión llegaron como invitados especiales. Viajaron desde su comunidad para escuchar cuentos junto al mar, para encontrarse con narradores que han entregado su vida a la palabra.
Y entre risas, juegos, reflexiones y mar abierto, se tejió un día inolvidable.
MAZHISTORIAS y la raíz del festival
Sergio García y Ángela Camacho explicaron el espíritu de esta celebración, honrar la tradición del Güilo Mentiras, personaje emblemático de Escuinapa y símbolo del narrador comunitario. Con el apoyo del Gobierno del Estado de Sinaloa, la Fundación Dámaso Murúa, Alas y Raíces federal y el Instituto de Cultura de Mazatlán, este festival ha logrado llevar la palabra a sindicaturas, escuelas, comunidades rurales y municipios del sur del estado.
La meta: que la oralidad sea un patrimonio vivo al alcance de todas las infancias.
Nadia Altamirano: El juego como brújula y el mar como cordón del mundo
Desde Tepoztlán, Morelos, llegó Nadia Altamirano, narradora con 18 años de experiencia y un enfoque profundo en infancias vulnerables y primera infancia.
“Mi trabajo nace de mi familia conversadora. Desde niña contaba historias. Entendí que narrar es identidad, es transmitir quiénes somos.”
Nadia construyó un ambiente lúdico desde el primer momento. Hizo que los niños miraran el mar, lo imaginaran, lo sintieran.
“El mar es un abrazo que conecta lugares lejanos. Es herencia, es memoria. Es el cordón umbilical del mundo.”
Su metodología, basada en el juego, transformó la sesión en una experiencia plena, participativa, respetuosa y profundamente humana.
Los niños de Villa Unión respondieron con una receptividad luminosa, dejando claro que la palabra también cura, abraza y despierta.
Lorena Álvarez: Historias que cruzan mares y vuelven a casa
Si el festival buscaba que el mar fuese puente, la presencia de Lorena Álvarez, narradora uruguaya radicada en México desde hace aproximadamente 15 años, fue la confirmación perfecta de esa metáfora.
“México me abrió las puertas con mucho cariño. Aquí encontré la narración oral, este oficio maravilloso del que me enamoré.”
Lorena compartió historias de su tierra y de otros lados, siempre convencida de que los cuentos no tienen dueño: “Los cuentos y las historias nos pertenecen a todos. Son parte de nuestra vida.”
Su presentación del día fue una historia de piratas escrita por una autora argentina. Los niños jugaron, imaginaron barcos y mares, se movieron entre los cañones y el enorme velero del museo, y convirtieron el espacio en una aventura compartida.
“Jugamos un rato aprovechando el museo, el velero enorme, el cañón… Jugamos con esto de los mares que nos separan y nos unen al mismo tiempo.”
Lorena destacó algo esencial para el festival de cuenta historias Güilo Mentiras:
“A veces en las comunidades es donde menos actividades llegan. Y sin embargo, encontramos un público infantil maravilloso y dispuesto a escuchar.”
Ella y Nadia recorrieron comunidades, encontraron infancias ávidas de palabra, y confirmaron que esta labor que impulsa MAZHISTORIAS es necesaria, sensible y transformadora.
Villa Unión: la infancia que escucha y se expande
Los protagonistas de la mañana fueron los niños de Villa Unión.
Escucharon historias del Uruguay, de Argentina, del centro de México y del sur de Sinaloa.
Jugaron con la voz, imaginaron mares, y aprendieron que las palabras también viajan.
Esa mezcla de mundos, acentos y memorias hace que el festival cumpla su propósito, crear una red de identidad, comunidad y afecto a través de la narración oral.
Un festival que crece como crecen las historias
El Séptimo Festival Güilo Mentiras es mucho más que una serie de funciones:
es una reivindicación de la palabra como hogar, como raíz, como territorio común.
Gracias a MAZHISTORIAS, Mazatlán se convierte cada noviembre en un punto donde convergen culturas, tradiciones y generaciones.
Un lugar donde niños y niñas vuelven a escuchar lo que sus abuelos contaron, y descubren lo que narradores de otras tierras traen en su voz. Aquí, las historias no se quedan quietas, son viajeras, navegan, conversan y se multiplican.




