La tarde del viernes, el Museo Casa del Marino se llenó de luz, brisa marina y un ambiente de total concentración, frente a un pequeño grupo de estudiantes, Rex Richardson tomó asiento, trompeta en mano, para ofrecer una masterclass que más que una clase sobre técnica, fue una conversación cercana, honesta y llena de humanidad.
Richardson comenzó hablando de lo esencial, el calentamiento. Explicó qué hace con la boquilla al iniciar el día, cómo despierta la embocadura y qué tipo de preparación mental necesita antes de comenzar a tocar. Lo hizo sin prisas, como quien comparte algo que ha comprobado una y otra vez a lo largo de su vida profesional.
Poco a poco la charla se fue abriendo hacia su historia personal. Habló de su vida laboral, de cómo llegó a ser maestro, de aquella etapa en la que estudió antropología antes de entregarse por completo a la música, y de cómo sus estudios avanzados —su materia y su doctorado— fueron moldeando la visión que hoy transmite a sus alumnos. Entre líneas, fue dejando claro que la música no lo separa del mundo, lo conecta con él.
El tema de la improvisación surgió con naturalidad. Los alumnos querían saber qué hace él para construir ideas musicales y cómo se prepara internamente para improvisar con soltura. Richardson compartió varios puntos clave, algunos casi a manera de confesión artística. Surgió también la duda sobre la respiración continua, técnica que despierta curiosidad en todos los trompetistas. Con humor y sencillez, comentó que no es algo que utilice todo el tiempo, pero que conoce maestros que la implementan con gran habilidad en ciertos contextos.
Uno de los momentos más valiosos fue cuando habló sobre la preparación para estar frente al escenario. Dijo que la formación nunca termina y contó que el día anterior asistió como oyente a la clase de otra maestra trompetista, porque incluso con su trayectoria sigue buscando aprender de los demás. Ese detalle bastó para inspirar a los jóvenes que lo escuchaban, ver a un artista de su nivel reconocer que aún se sigue preparando abrió un espacio de reflexión profunda.
La plática fluyó con tanta naturalidad que parecía más una reunión entre músicos que una clase formal.
Antes de despedirse, Richardson expresó lo mucho que le había gustado venir a México y convivir con los estudiantes del festival. Agradeció la calidez, las preguntas y la energía que encontró en Mazatlán.
Considerado uno de los trompetistas más versátiles y virtuosos de su generación, Rex Richardson ha construido una carrera que desafía etiquetas. Ha sido solista invitado de orquestas y ensambles en América, Europa y Asia; ha grabado discos que se mueven con soltura entre el jazz, la música contemporánea y la tradición clásica; y es reconocido por su dominio técnico, su sonido cálido y su capacidad para moverse entre géneros sin perder identidad.
Como docente, ha impartido clases magistrales en instituciones de gran prestigio, y es frecuentemente invitado a festivales internacionales por la profundidad de su enseñanza y por su manera accesible de transmitir conocimientos complejos.
Así, sin solemnidad y sin discursos preparados, la masterclass de Rex Richardson dejó una sensación muy especial, la de haber aprendido desde la cercanía, desde la experiencia y desde el amor genuino por la trompeta. Una tarde que seguramente quedará resonando en quienes estuvieron ahí, justo como un buen sonido después de una gran nota.



